Una cocina blanca no siempre significa vacío, austeridad y sobriedad. En ocasiones, es solamente una base sobre la que crear un espacio actual, con guiños a los años 80 y sobre todo con personalidad.
El tratamiento de algunas paredes y los complementos utilizados en su decoración, convierten esta cocina en una estancia joven, fresca y muy especial.
Los muebles y electrodomésticos quedan ocultos bajo un diseño sencillo y marcadamente horizontal.
El diseño hace que la cocina propiamente dicha quede oculta, de modo que en ella se pueden ubicar zonas destinadas a otras tareas, sin que tengamos la sensación de que estamos entre fogones, como por ejemplo una zona de lectura frente al mural del horno.
La presencia inusual de elementos textiles y muebles tapizados en la cocina le atribuye un aspecto de “salón”, que la hace mucho más confortable.
Es una cocina en la que podremos hacer mucho más que cocinar. Leer un libro, trabajar, reunirnos con amigos, jugar… En definitiva, las funciones que generalmente hacemos en otras estancias, porque buscamos un entorno más cálido y envolvente.