Seguro que os habéis dado cuenta: los muebles de madera que más se estropean son las sillas. Es algo lógico, porque son los que más trasiego llevan. Las llevamos de aquí para allá, las apilamos, nos sentamos y “columpiamos”… Al final, las pobres sillas acaban con las juntas flojas y, en ocasiones, pueden dar a quien se sienta en ellas un buen susto. Pero no hay que preocuparse: volver a reforzar las sillas para que resistan unos cuantos años más no es nada complicado. Basta con tener un ratito, buenas herramientas y productos que se pueden encontrar en cualquier droguería, ferretería o centro de bricolaje. ¡Manos a la obra!
Uniones que “bailan”: todas las sillas de madera pasan alguna vez por este problema. Las uniones entre las patas y los travesaños, que suelen ser de caja y espiga (el travesaño lleva en el extremo una caja en la que entra el saliente o espiga de la pata), terminan perdiendo el adhesivo y se aflojan. Es peligroso, porque si nos sentamos encima las juntas pueden abrirse y terminaremos en el suelo. Lo primero es desmontar la silla, quitando el asiento (suele ir atornillado, y en sillas antiguas, simplemente encajado con una espiga). Con un mazo de goma golpearemos suavemente las patas hasta sacar las espigas de las cajas. Es importante marcar las piezas antes (podemos hacerlo pegando trocitos de cinta de carrocero y escribiendo en ellos números o letras) para saber cómo van.
Después se elimina el adhesivo antiguo (puede hacerse rascando con un cúter y lijando luego con lijadora delta), y procederemos a aplicar cola blanca tanto en la caja como en la espiga. Lo mejor para sujetar la silla mientras se seca la cola es usar un sargento de cinta, que ajustará todas las uniones a la vez y además lo hará en escuadra. Dejaremos secar la cola 8 horas antes de quitar el sargento. Un consejo: una vez encolada la silla hay que retirar el adhesivo que rebose con un paño humedecido con agua.
Barnices estropeados: sobre todo por la parte de las patas, las sillas sufren mucho con los golpes, las pisadas, los fregados… Se impone una buena limpieza. Podemos limpiarlas con una mezcla de esencia de trementina y aceite de vaselina al 50% (hay que agitarla cada vez que mojemos el trapo, porque los dos componentes se cortan). Si la silla está barnizada a muñequilla, podemos reavivar su brillo salpicándola con unas gotas de aceite de vaselina y extendiéndolo luego con una muñequilla de algodón envuelta en tela de camiseta, ligeramente humedecida en alcohol de 96º. Frotaremos hasta que brille.
Los barnices de fábrica no necesitan más que una limpieza a fondo para recuperarse, pero también se pueden encerar muy ligeramente. La cera se aplica con paño o brocha, muy extendida, y luego se le saca brillo con un cepillo para zapatos envuelto en una media. Esto rige también para muebles rústicos encerados.
Y si el problema está en el tapizado, podéis leer este interesante artículo donde encontraréis toda la información paso a paso para renovar la tapicería de vuestras sillas. ¡Misión cumplida!
Imágenes: Practicalowl, Bricolandia.
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Categorías: Muebles y restauración
Publicado el: 19-05-2011 | Autor: Marta Sánchez